Cómo una pausa consciente puede transformar tu día
- Carla Lescano

- 18 jul
- 2 Min. de lectura
Hay momentos en los que nada parece encajar, donde las fórmulas ajenas no funcionan...
A veces, sólo bastan cinco minutos… una pausa diminuta, para cambiar por completo la percepción. En este tiempo vengo leyendo Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola Estés. Me conmueven sus palabras sobre la intuición y la fidelidad a lo genuino, te comparto algunos extractos:
“Si has intentado encajar en algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una exiliada, pero has protegido tu alma” (Pinkola Estés, 2016, p. 260)
¿Alguna vez te sentiste fuera de lugar? ¿Como un sapo de otro pozo? Tal vez eso que se siente “raro” es lo más auténtico en vos. Una voz interna que susurra con firmeza cuando le damos espacio.
“El alma recibe al nacer las facultades intuitivas” (Pinkola Estés, 2016, p. 102)
Escuchar(se)
A veces ese llamado aparece como un nudo en el pecho, una rigidez en el estómago, una oleada de emociones sin nombre… Todo eso nos habla, aunque no sepamos qué quiere decir. No se trata de analizar ni de resolver. Se trata de escuchar, de sentirnos siendo. Una pausa puede cambiar el tono de toda una conversación, de una decisión, de un día.
Gesto cotidiano para accionar:
Antes de responder un mensaje, hacé una pausa. Sentí tu respiración. Mové el cuello, los hombros. Y preguntarte:
¿Qué necesito para responder desde mí?
Interrumpir la inercia
En Gestalt decimos que no se puede cambiar lo que no se reconoce. La conciencia comienza en el darse cuenta. Por eso, más que frenar, te invito a observar.
¿Cómo estás llegando a este momento?
¿Hay alguna parte de vos que se quedó atrás, o que se fue muy adelante?
No hay respuestas correctas. Solo este espacio para registrar(te).
Gesto cotidiano: Cuando te sientes a comer, observá tu comida. Los colores, las texturas, la temperatura. Tomate un segundo antes del primer bocado.
Un respiro entre pensamientos
No sos solo mente. No sos solo productividad. Sos también cuerpo, respiración, sensación, aire que entra y sale.
A veces descansar no es dejar de hacer, sino dejar de exigirse ser de una determinada manera. Reconocer lo que hay. Quedarse ahí un rato. Sostener el encuentro con eso que emerge.
Gesto cotidiano: Cuando abras una puerta —la del cuarto, la de tu casa, la del trabajo—, hacelo más lento. Frená un segundo antes de cruzar. Notá en qué estado llegás y qué llevás con vos... si habitás el umbral, aunque sea un instante… podés elegir cómo querés entrar.
Una pausa, un gesto, una respiración consciente… puede ser el inicio de un nuevo modo de estar.





















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